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20 de julio: El día señalado

Especial Bicentenario
El Espectador (Colombia)


Como en las demás colonias de España en América, en Santa Fe de Bogotá, capital del Virreinato de la Nueva Granada, los ilustrados dieron el primer paso hacia la Independencia.

El viernes 20 de julio de 1810 era día de mercado y la plaza central del Virreinato de Santa Fe de Bogotá estaba llena de gente del común en labores propias de compra y venta de bienes de primera necesidad. Los intelectuales criollos estaban en otro asunto: ultimando los planes trazados en el Observatorio Astronómico o la casa de Camilo Torres, para provocar una revuelta popular y forzar una Junta Suprema.

Y todo salió como estaba pensado. Don Luis Rubio acudió al establecimiento del comerciante español José González Llorente, con la certeza de que su carácter irascible iba a facilitar el plan trazado. A la petición de un florero para adornar la mesa en la que se iba a brindar un banquete al comisario regio Antonio Villavicencio, el español reaccionó negándolo y los patriotas Francisco Morales y sus hijos Antonio y Francisco, decidieron golpearlo para forzar el alboroto popular.

Así se hizo y, como era de esperarse, en pocos minutos la plaza era un hervidero de protesta. Un reclamo con nombre propio: Cabildo Abierto. El hombre de los discursos fue el sangileño José Acevedo y Gómez, que logró nombradía como el tribuno del pueblo; el hábil negociador con los virreyes fue el canónigo Andrés Rosillo, que salió de la cárcel para cumplir un propósito histórico; y el alma del movimiento, quien condujo las masas para que fueran protagonistas, fue José María Carbonell.

A la madrugada del sábado 21 de julio, después de agitadas discusiones, se firmó el documento redactado por José Acevedo y Gómez que tomó el nombre de Acta de Independencia. En el texto quedó establecido que los destinos políticos debían quedar a cargo de una Junta Suprema presidida por el propio virrey Antonio Amar y Borbón y la vicepresidencia del alcalde de Santa Fe y acaudalado hombre de negocios José Miguel Pey. En otras palabras, se formalizó una soberanía a medias, reconociendo la monarquía de Fernando VII.

De hecho, en buena parte de la jornada, entre los gritos de protesta, se oyó decir muchas veces: “Abajo el gobierno, viva el Rey”. Esa parecía ser la suerte de la primera República, hasta que José María Carbonell, alentado por el pueblo en las calles, empezó a presionar la declaratoria de una libertad absoluta de España. La presión popular fue tan intensa que el 25 de julio fueron reducidos a prisión el virrey Amar y Borbón y su esposa. El 15 de agosto fueron desterrados a España, vía Cartagena.

La Junta Suprema que refrendó el Acta de Independencia estuvo conformada por el tribuno José Acevedo y Gómez; el alcalde José Miguel Pey; el delegado de Tunja, Joaquín Camacho; el notable orador cucuteño Frutos Joaquín Gutiérrez; el vocero de Socorro, Emigdio Benítez; el catedrático y jurista caleño, Ignacio de Herrera y Vergara; el bogotano Luis Eduardo Azuola; el redactor del Memorial de Agravios, Camilo Torres; el clérigo socorrano Andrés Rosillo, y el citado José María Carbonell, entre otros.

El 23 de julio fue creado el Batallón de Voluntarios de la Guardia Nacional, primer contingente militar para defender el nuevo orden político y al frente del cual fue designado el teniente coronel Antonio Baraya. Se trataba de darle consistencia a lo sucedido el 20 de julio, y por eso al primer batallón se vincularon muchos estudiantes de los colegios bogotanos, quienes así mismo empezaron su carrera militar. Era el entusiasmo por una Junta Suprema donde la élite criolla promulgó su capacidad para gobernar, sin incluir en sus planes inmediatos la independencia absoluta de España.

Con el correr de los días, la Junta Suprema fue eliminando los diversos cargos del abolido sistema de gobierno, y para darles participación a las provincias que se mostraban dispuestas a crear sus esquemas de administración independiente, tuvo el epílogo esperado. El 29 de julio se convocó a un Congreso Constituyente con participación de delegados regionales para formalizar la autonomía de España. Cinco meses después, el 22 de diciembre de 1810, se reunió el Congreso que le daría la primera constitución a la República soberana.

El Florero de Llorente

La chispa que encendió el fuego se presentó a las doce del día. Luis Rubio llegó a la casa del español José González Llorente a pedir prestado un florero para adornar la mesa del banquete donde se iba a homenajear al comisario regio Antonio Villavicencio. Ante la negativa, Francisco Morales y sus hijos Antonio y Francisco golpearon al agresor, mientras el ruido causado por el alboroto hacía eco en la plaza. En menos de una hora estaba formada la revuelta.

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