Investigamos y promovemos el acercamiento entre las culturas catalana y americanas, dándolas a conocer al público en general.

Por su interés publicamos un artículo que nos remite desde Santa Ana de Coro, Venezuela, el historiador Sr. Camilo Morón.

El Hombre y la Piedra Pintada

“Lo inimaginable es por ley inconcebible”
J.M.Cruxent

José María Cruxent amó entrañablemente esta Tierra de Gracia. Llegado a nuestro país tras concluir la Guerra Civil Española, donde combatió al lado de las tropas republicanas en el frente de Teruel, bien pronto se dedica a enfrentar una nueva lucha que habrá de llevarle a lo más profundo del corazón de su nueva Patria, profundamente en la geografía y en el tiempo, y así se compromete a rescatar para todos y cada uno de los venezolanos el eco esencial de nuestro pasado, la presencia perenne de nuestras raíces, la vigencia de nuestro acervo entrañable.

Hablar de la arqueología y la antropología en Venezuela y en América, es hablar de José María Cruxent; su nombre está ligado estrechamente al alba científica de estas disciplinas en nuestra tierra y otras tierras americanas como Panamá, Jamaica, Brasil y República Dominicana.

Investigador Emérito del IVIC en 1976 y Premio Nacional de Ciencias en 1987. Hijo de esta tierra desde 1939, se cuenta entre los fundadores del Departamento de Sociología y Antropología del IVIC y del primer Laboratorio de C-14 en América Latina. No hay rincón de la geografía nacional que en sus andariegas investigaciones no haya visitado; fue miembro de la célebre expedición que encontró las cabeceras del río Orinoco y del río Guasare; su labor docente es igualmente rica en horizontes: República Dominicana, Panamá y Perú le han escuchado en sus aulas; su historial académico cuenta con más de 200 publicaciones. Miembro de la National Geographic Society, Fellow of the Royal Geographical Society entre numerosas asociaciones más, Académico correspondiente de la Academia de Ciencias de la República Dominicana, ha recibido la Orden del Libertador en Grado de Caballero, la Orden Francisco de Miranda en su Primera Clase, la Orden Leopoldo de Bélgica, la Orden Andrés Bello en su Primera y Segunda Clase, Orden Heráldica Cristóbal Colón en el Grado de Caballero, otorgada por la República Dominicana, Fellowship of the Werner-Gren Foundation, Catedrático Honorario de la Universidad de Cuzco, Miembro Fundador de la Fundación La Salle de Ciencias Naturales, Experto en Museología en la Reunión de Neuf-Chatel, Suiza, nombrado por la UNESCO, Miembro del Consejo Permanente de la Unión Internacional de Ciencias Prehistóricas y Protohistóricas de la UNESCO, París, Francia; Mestre Honorario: Orden Do Limao Branco, Brasil; Miembro Correspondiente de la Real Academia de Letras, España; Orden Mariscal Juan Crisóstomo Falcón, Medalla del Mariscal Cándido Mariano Da Silva, otorgada por la Sociedad Geografía Brasileña; Comendador de la Orden Leopoldo II de Bélgica, Condecoración de Gran Maestre de la Orden Isabel la Católica, otorgada por el Rey Don Juan Carlos, Santo Domingo, República Dominicana y otras tantas distinciones más que sería farragoso de enumerar...

Para el jurado calificador del Premio Nacional de Ciencias de 1987, la contribución del profesor José María Cruxent se transparenta en “una amplia y constante trayectoria de científico, investigador y docente; sus contribuciones en el ámbito de la arqueología y de la antropología; por la continuidad del esfuerzo creador en el marco de las Ciencias Sociales y Humanísticas; por su contribución pionera en la en la creación de instituciones científicas de investigación y docencia; por su presencia generosa en la formación de varias generaciones de científicos e investigadores y por el amplio esfuerzo de integrar conocimientos provenientes de distintas ramas de la ciencia.” Por su parte, Cruxent dedicó el Premio Nacional de Ciencia al Estado Falcón, como un generoso reconocimiento a la tierra que tanto le había brindado: “En mi carrera –dijo en aquella ocasión–, la mayor satisfacción la he encontrado en los años de mis investigaciones en territorio falconiano. Me he hecho en Falcón. Se lo debo a esta tierra. Verdaderamente, porque yo soy un provinciano y por retrueque el premio pertenece a Falcón, a su Universidad y a los corianos.” Palabras merecedoras del corazón de un hombre ardientemente enamorado de esta Tierra de Gracia.

Conviene que destaquemos el rasgo más singular de las inquietudes científicas de Cruxent: su sentido estético. Sin duda, el gusto por el dato, por el informe científico, por la descripción exacta, presentes están en sus trabajos; empero, sus inquietudes artísticas, incluso filosóficas, son fibra permanente en su obra. Su perseverancia aguda y tenaz se patenta en el estudio atento de nuestro pasado más remoto y de su lenguaje artístico, en su ser prístino y esencial. La obra capital de Cruxent, en co-autoría con Irving Rouse, arqueólogo de la Universidad de Yale, intitulada Arqueología Cronológica de Venezuela, publicada por primera vez en 1958, va de la mano de ese sentido genuinamente artístico y científico. Se trata de una obra clásica, de consulta obligada en los estudios de la venezolanidad.

Como pintor, Cruxent formó parte de la avanzada del impresionismo abstracto en nuestro país, dándole un impulso vigoroso. Alrededor del año 1960, participó en la fundación del movimiento informalista, con el grupo celebérrimo “El Techo de la Ballena, en alianza con Carlos Contramaestre, Juan Astorga, Juan Calzadilla, entre otros nombres destacados. El nombre de Cruxent es para la plástica venezolana sinónimo de audacia, compromiso y lealtad para con lo telúrico de nuestra tierra y nuestro pueblo.

La vida y la obra de José María Cruxent trascurrieron armoniosas, sin disonancias, por un mismo cauce de equilibrio, reflexión, sencillez y refinamiento. Su actitud vital y su postura artística se hermanan en un todo, que no es sino el resultado intencionado de una labor profunda, cuyo fruto ha sido una obra genuina, libertaria. La vivencia ancestral y la modernidad son dos luces que en Cruxent unen sus fulgores para dar nacimiento a una constelación de obras compuestas con la minuciosidad de un orfebre y la pasión de un aeda.

Cruxent murió el 23 de febrero de 2005. La postrera vez que nos vimos fue la víspera de su 94 aniversario; publicamos dos artículos en diarios de circulación regional en Falcón que leímos al maestro. Fueron los últimos de una prolongada galería que se ocuparon de Cruxent mientras vivió: En Busca de Cruxent, El Nacional, 25 de enero de 1952; Descubiertos Símbolos de una Antigua Civilización Indígena, Diario de Occidente, 1 de septiembre de 1957; El Método del Carbono 14 es el más Exacto para Determinar las Edades Prehistóricas, La Esfera, 9 de enero de 1958; Cruxent en el Ventuari, El Mundo, 10 de Marzo de 1959; El Pintor J. M. Cruxent: Todo tiene un Valor Positivo Cuando se Trabaja con la Verdad, El Nacional, agosto de 1967; J. M. Cruxent: Premio Nacional de Ciencias, El Nacional, mayo de 1987; Soy un Millonario sin Dinero, El Nacional, 20 de mayo de 1987; Cruxent, Siglo XXI. Hombre, Cultura y Desafíos, Museo de Arte Coro, 1992; José María Cruxent: “Hay que Afrontar las Muchas Consecuencias de la Verdad, Revista Bigott N° 34, Jul-Ago-Sept 1997.

En aquellos artículos de enero de 2005, escribimos: “94 años no es un día... y como dice el poema: pueden tenerlo por cierto. 94 años de una vida tesonera, rica, irreductible, abundante, dadivosa, libertaria, extraordinariamente fructífera alcanza el Padre de la Arqueología Científica Venezolana: José María Cruxent, falconiano de vida, experiencia y corazón; vecino de Taratara para más señas, poblado que habita su alma y ni el tiempo ni el olvido le arrebatan. En alguna ocasión escuchamos del propio Cruxent esta autodefinición: ‘Yo soy un venezolano con bolas’; y a juzgar por su vida y su obra, lleva razón y va por el mismo camino de Unamuno, cuando éste asevera que sólo los apasionados hacen cosas perdurables...” La palabra más próxima al natural de Cruxent es la palabra pasión; José María Cruxent lo fue como artista, arqueólogo, explorador, venezolano de alma, hueso y personal cuanto libre elección. En la tumba de Cruxent podríamos escribir con letras de sangre y fuego el epitafio con que los ciudadanos florentinos tributaron a Maquiavelo postrer homenaje: Tanto nomini nullum par elogium.

Camilo Morón, historiador.
Santa Ana de Coro, marzo de 2006.

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